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Primera entrada de mi blog en el nuevo año 2013. Espero que sea un feliz año para todos, lleno de salud y éxitos personales y profesionales.

El año pasado, sobre todo la segunda mitad, supuso para mí una experiencia bastante fructífera dado que tuve la oportunidad de conocer a muchas personas, lo que me ha hecho crecer como persona y dar mucha importancia al valor de los valores, valga la redundancia y nunca mejor dicho.

Nuestro comportamiento en nuestro entorno, presencial o virtual -en la época que nos encontramos nos desenvolvemos casi más en lo virtual-, es el que nos realiza como personas. Cuando elegimos, preferimos, apreciamos u optamos, anteponemos unas cosas a otras, nos comportamos de una forma en lugar de otra... estamos cimentando nuestros principios. Éstos, finalmente, serán fiel reflejo de nuestras convicciones, intereses y sentimientos más importantes.

Los principios o valores que nos regirán de por vida son los que nos ayudarán o impedirán a formular metas y propósitos, ya sean personales o colectivos; incluso nos ayudarán o impedirán a conseguirlas. Representan ideales, necesidades, aspiraciones y sueños del ser humano.

Hay tres conceptos íntimamente ligados: valor, actitud y conducta. Del primer concepto ya sabemos algo; la actitud es la predisposición para actuar en cualquier momento de acuerdo con nuestros valores, y la conducta es el resultado de esa actitud, y representa el patrón estable de comportamiento de un ser humano, sobre todo en relación con su entorno.

Si hablamos de cuestiones como la moralidad, la verdad, la existencia... estamos hablando de filosofía. Pienso que la búsqueda o el discernimiento de valores tiene mucho en relación con los métodos de experimentación filosóficos. ¿Cómo poder conseguir una disciplina mental constante que potencie el desarrollo personal? He llegado a la conclusión de que la respuesta está en el lejano Oriente.

Las artes marciales -llamadas así por Marte, el dios romano de la guerra- se vieron debilitadas ante el auge de las armas de fuego en los combates, por lo que terminaron siendo una opción de desarrollo de la población oriental, con idea de poder mejorar física y espiritualmente. Es el motivo de que hoy en día se haya perdido gran parte de la aplicación práctica de las artes marciales, pero hay algo que no se ha desvirtuado: independientemente de qué disciplina se ejercite, cada una lleva implícita la práctica de un código ético preciso.

Bruce Lee fue un carismático artista marcial de origen chino, quizá el más famoso del siglo XX. Estudió a fondo el kung fu, creó a raíz de éste un método de combate y de filosofía de vida totalmente independiente y en constante evolución (el jeet kune do) y fue el responsable de la expansión y popularización de las artes marciales chinas a Occidente... algo por lo que fue muy criticado y perseguido.

Además de un gran luchador, Bruce Lee fue un filósofo a tener muy en cuenta.

Los principios del jeet kune do están dirigidos principalmente hacia los fundamentos del combate cuerpo a cuerpo, con o sin armas. Según palabras de Bruce Lee, este arte marcial "(...)es una de las avenidas por las que la vida nos descubre sus secretos.", por lo que potencia tanto el desarrollo físico como espiritual del individuo.

Emblema del Jeet Kune Do.

La mentalidad ha de ser activa y positiva. Somos parte de la naturaleza. No debemos anticiparnos a los resultados y debemos dejar que la naturaleza fluya. Para conseguir tal resultado, esta técnica requiere no cometer ninguno de estos seis errores, que él mismo llamó "los seis deseos del practicante":

1. Deseo de victoria
2. Deseo de recurrir a la astucia técnica
3. Deseo de mostrar todo lo aprendido
4. Deseo de atemorizar al enemigo
5. Deseo de jugar un papel pasivo
6. Deseo de librarse de cualquier enfermedad que nos afecte

Bruce Lee estaba convendido de que todos estos problemas se solucionaban con método, constancia y entrenamiento. "Investiga en tus propias experiencias, para llegar a entender qué funciona para ti."

Continuará